La distancia es una circunstancia de la vida difícil de manejar, estar alejados de nuestros seres queridos es un desafío que todo inmigrante debe pasar.
Estar a kilómetros de alguien que quieres y valoras es un gran reto, pero como he dicho antes el inmigrante es un emprendedor que sobrepasa hasta las barreras más insospechadas.
Hay muchas historias que sobreviven a la distancia, historias de pareja, de hijos, de padres y de muchos seres queridos que el inmigrante deja en su país de origen, brindándoles una vida mejor, sin importar el olvido.
Cada minuto que el inmigrante trabaja es como un ladrillo que ayuda a construir el porvenir de toda una familia en la lejanía; el inmigrante es un corazón de cemento que aguanta los golpes, los climas más extremos y hasta la frialdad de la soledad.
Pero esa batalla del inmigrante con las situaciones extremas lo transforman en un individuo más fuerte, que soporta el cansancio físico, mental y emocional, utilizando una coraza invisible que lo vuelve inmune a las dificultades de la vida.
Pasan los años y en muchas casos el tiempo se vuelve olvido, pero el amor es tan fuerte que para el inmigrante el tiempo se hace trabajo y el sentimiento se hace devoción.